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martes, 31 de mayo de 2016

Ariel Dasso: un delirante místico.

Hoy volvió al ruedo "el acosador".
Esta historia, que comenzó en el 2011, es como esas películas que querés que terminen apenas empezadas y te das cuenta de que van a durar demasiado.

Los seres humanos nos dividimos entre "pacientes" y "virulentos" y yo me anoto en la primera fila.  En aquel entonces, cuando transitaba la trasnoche de Aspen, apareció en mis redes sociales un tipo de cara rara que le dio LIKE a 50 fotos en menos de 5 minutos y comentaba cosas hasta de mis dedos del pie.

Mis fotos son extrañas, mayormente.  No me gusta mostrarme y no me genera problema eso, soy así.  Por ese motivo, cuando noté la exagerada demostración de aprobación sobre mis fotos, decidí eliminarlo.   Debemos haber sido amigos sólo un día.

Él se llama Ariel Dasso y ha atentado contra mi paciencia los 365 días de los últimos 5 años.  Confieso que al principio, cuando me preguntó en el primer mail que me envió, ese que me iba a confirmar que estaba ante alguien que no estaba nada bien ¿sos una mujer santa o sos una ramera?  me quedé asombrada.

¿Ramera?  Ya el término, por anticuado, casi deja de ser peyorativo... pero de todas formas, me resultó violento.  Le contesté que no me molestara más, que a él no le interesaba si yo era una ramera o una mujer santa.  Creí que era la salida más apropiada.

A partir de ese momento empezó una persecución insoportable. Tengo cientos de mails de él, degenerados, delirantes, violentos.  Ha pasado por muchos climas y confieso que yo también.

En un momentos sentí mucha pena, pensaba que era triste la idea de que un hombre mayor no pudiera diferenciar la realidad de un delirio.  Sus comentarios siempre hablan (y lo digo en presente porque sigue con su hostigamiento) de los pastores de "Cita con la Vida".  Él insiste en que hay prédicas en las que se habla de mi, de que soy la mujer que dicen los pastores y ahí arma una historia que me hace pasar de la pena al asco.

Pasé 5 años soportando esto, muriéndo de pánico cuando lo distinguí detrás de las puertas de Canal 9 un día en la salida de trabajo en la madrugada.

Desde ese entonces, nada volvió a ser relajado ni feliz en mis salidas y siento que es muy injusto seguir soportando eso como si fuera mi obligación.  Es horrible salir y mirar hacia atrás con la sensación de que hay un loco suelto, de 45 años que escucha voces y mensajes de sus pastores y que insiste con querer obligarme a "cumplir sus profecías".

Me invadió la angustia muchas veces e intenté explicarle que no lo conocía ni pensaba hacerlo, que tenía mi vida... pero nada le importa. Nada.

Creo que ha llegado el momento de asumir los gastos que me acarree contratar un abogado para ver si de una vez por todas, la justicia logra lo que no he logrado ni con mi cordialidad agotada ni con la irresponsabilidad de una familia que acuña el apellido Dasso y que no controla a un hombre que es peligroso para el resto.

Esta es la cara oculta de mi labor.  De  mi trabajo silencioso, al que amo y honro, al que respeto y por el que doy lo mejor que tengo que es mi tiempo.   Cada vez que Ariel Dasso de 45 aparece con sus delirios, tengo muchas ganas de que mi voz no se oiga para ver si así logro su ausencia o al menos su olvido.  Pero para ser sincera... creo que no es justo.

Les pido ayuda con la difusión de estas palabras.  Yo voy a ir a la justicia, pero quiero sentir que muchos conocen esto para estar acompañada.


martes, 10 de mayo de 2016

El temblor

Nadie toma de dos fuentes a la vez.  Es físicamente imposible.
Tan solo intentarlo nos provocaría cansancio mental, nos daría más sed, nos robaría calma, las pulsaciones se acelerarían, desearíamos más y empezaríamos a dudar sobre qué fuente es la que deberíamos elegir.

Comenzaríamos con una, luego seguiríamos con la otra.
Querríamos volver a la primera para recordar el sabor, y luego iríamos a la segunda y automáticamente estaríamos olvidando cómo sabía la primera.
Y tomaríamos de una mirando la otra, beberíamos de una deseando sin cansancio aquella que no elegimos.

No existe momento de mayor libertad y mayor angustia que el simple acto de "decidir".

Y nos invaden frases que repetimos por inercia.

"Más vale malo conocido que bueno por conocer"
"El que no arriesga no gana"
"Cada camino empieza con un simple paso"

Así batalla nuestra mente que no siente, disparando sin piedad a un corazón que no piensa.
Soñamos con situaciones tantas veces...
Son perfectas.
Son tan perfectas que nos dan miedo.

Nadie puede beber de dos fuentes al mismo tiempo.  Siempre que nos levantamos empezamos a caminar con un pie y el otro no se ofende.  Al preparar un café, agarramos una taza y no estalla el mundo por las otras 5 que quedaron en el fondo, esperando.

Repito una y otra vez, no se puede estar en dos caminos al mismo tiempo.  No se puede dormir en dos camas ni soñar dos vidas.

Estamos eligiendo constantemente.  No debería dolernos ya, sin embargo, no logramos entender que elegir nos hace verdaderamente libres, nos permite crecer y nos empuja afuera de los lugares cómodos que teje nuestra más interna oscuridad.

La vida nos sacude, nos derrumba los muros que nos protegen, nos deja al descubierto, nos revuelca por el barro y nos observa desde lejos.

Haberse convertido en ruinas pueden ser una buena forma de volver a empezar.


viernes, 6 de mayo de 2016

Pegados

El amor no ha recibido, al día de hoy, una definición indiscutible.  Siempre existe una palabra más, una menos, una consideración extra o faltante que nos termina mostrando que el ser humano es subjetivo para respirar, para reír, para amar.

En líneas generales, para los poetas el amor es una quimera, es tocar el cielo y caer de golpe al infierno; para los artistas, el amor nace de la tan subjetiva belleza que, en realidad, reside más en los ojos que ven que en el mismo objeto de apreciación. Y para alguna parte de la población, el amor es eso que nos induce a ser mejores, nos motiva.

Pero hay una aclaración absolutamente necesaria en estos tiempos:  el amor, bajo ninguna circunstancia,  es sinónimo de poseer.  La quita de la libertad es el castigo más hostil que puede recibir un ser humano, se puede estar preso en un trabajo, en un cuerpo, en una adicción, en una incapacidad, en un problema y también en una relación.

El límite trazado entre lo amable y lo grosero, entre el contacto afectuoso y la coerción, entre establecer códigos de convivencia y aceptar el despotismo tiene dos responsabilidades absolutamente compartidas e iguales.

La situación violenta expuesta por una pareja mediática argentina, en la que han abundado detalles públicos acerca de las formas en las que solían dirimir sus diferencias desde el inicio de su relación, me ha llevado a preguntarme, basada en esta carrera de acusaciones y desmentidas, ¿qué pasa en una vida después de la violencia?

Es evidente que lo que a mi me extraña, para otros no es más que el preludio de una apasionada reconciliación.  Para ser sincera, alguna vez alguien me dijo eso mismo en una charla "pero una pelea de vez en cuando está buena porque después viene la reconciliación" y así como no lo entendí unos cuantos años atrás, hoy lo entiendo menos.  

Definitivamente hay manifestaciones que terminan poniendo en juego aquella vieja regla de que lo que nos separa de los animales es la razón.  Somos, si no estoy mal informada, la única especie que mata a quien, en teoría, ama.  Sigue siendo ilógico todo.

Pero el objeto de esto que dejo brotar mientras deseo que nadie más muera "en nombre del amor" es que quizás, alguien  lea mis palabras en el momento correcto, en el más atinado.

Vemos un crimen y jamás nos preguntamos si podemos ser nosotros la próxima víctima.  Pero mucho menos nos imaginamos siendo victimarios.  ¿No?  Y esto excede cualquier estadística machista o feminista.  El problema no reside en el género sino en el manejo de nuestra frustración.  

Nadie nos pertenece, así como una manzana no le pertenece al árbol cuando ya se desprendió de él.  
Nadie es objeto nuestro y lamentablemente para algunos, habrá que superarlo.

No debemos acostumbrarnos nunca, pero NUNCA al maltrato.  Un padre no puede tratar de boludo a su hijo cuando se le cae un vaso y lo rompe.  Una madre no tiene derecho a descalificar a su hija por ser poco viva y "engancharse" con el menos "conveniente".  Una maestra jamás puede tratar de incapaz a un niño que es depositado en sus manos con la confianza de que se irá cada día a su casa con algo más en su haber.  Una pareja no puede elegir la ropa de la persona que ama, no puede tener sus contraseñas, no puede destruir la identidad del otro porque entonces, no ama.  

Cuando esas libertades cercenadas se empiezan a ahogar, vendrán los planteos y la desconfianza, vendrán las acusaciones y vendrán las suposiciones, vendrá la angustia, subirán el volumen de las voces, aparecerán los golpes bajos, tomaremos todo aquello que nos brindó esa persona en confianza y lo usaremos en su contra y, cuando ya no nos alcance, provocaremos más y atacaremos sus afectos, y fabricaremos situaciones hasta que un día uno de los dos se va a acercar al otro con sorna y llevará al umbral de la humillación su paciencia.  Después del día en el que uno se anime, no habrá marcha atrás.  ¿De quién es la culpa?

¿Acaso creemos que es posible decir que hay un responsable cuando una relación es enferma?

Todavía me pregunto si alguno es capaz de creer que cuando una mujer muere (pongo el ejemplo porque estadísticamente mueren más mujeres que hombres por crímenes pasionales) el asesino era tal desde que nació.  No!  Y eso es lo importante de este análisis.  Todos somos potenciales asesinos, todos tenemos días buenos y malos, todos tenemos un límite y eso nos permite convivir.  Pero no es justo que creamos que las discusiones, los gritos, las descalificaciones son propias de alguien que venía programado para matar.  

Entonces ¿qué hacemos nosotros con eso?
No nos acostumbremos. No permitamos que una autoridad desestime una denuncia. No coqueteemos con la muerte.  No elijamos lencería, no paguemos caros restaurantes, no tengamos hijos para salvar nuestra pareja.  Que el bolsillo no nos ate hasta que quedemos marcados.  Que llegar a casa sea un refugio y no un campo de batalla.  

Lamentablemente hay cosas que no cambian.  Y la oportunidad no está con la misma persona.
Después de un golpe, de una mentira, de una palabra hiriente no hay vuelta atrás.  Por más esfuerzo que se haga, nada cambia.  Porque no es -una persona o la otra- responsable, es la mezcla química de ambas lo que no funciona.  

No esperes.  No sometas tu cuerpo a un desgaste que luego harás pagar a otros, no sometas a tus hijos a repetir la historia, no los frustres.  Tu falta de decisión será falta de autoestima en ellos.  

Si sos mujer, no sos débil.  Sos mujer y ya con eso es suficiente para que levantes lo mínimo indispensable y vayas a buscar tu oportunidad.  Y nunca más permitas que te quiten valor, que te desprecien, que te alejen del mundo.  No por ser libre se ama menos... al contrario, la gente libre valora bien y ama mejor. Que nada te ate a nadie, hay manos allá afuera que están dispuestas a ayudarte.

Si sos hombre, no sos fuerte. Sos hombre y con eso basta para que salgas a buscar tu oportunidad. No dejes que un entorno violento desintegre tus valores hasta convertirte en tu peor versión.  A veces lo que creemos que es amor, no lo es. A veces, ser hombre exige responsabilidades sociales que pesan mucho.  No te vuelvas esclavo.  El peso de tus reacciones puede condenarte.


Es bueno y muy sano crecer en un hogar en el que, por más fallas que hayan existido, haya habido buen trato.
No nos acostumbremos.  No tenemos dueños.
No aceptemos ni toleremos maltrato ni de superiores, ni de familiares, ni de parejas, ni de compañeros, ni de nietos, ni de hijos.
La violencia es una enfermedad epidémica que anida en las personas frustradas y que se esparce con demasiada rapidez.

Podemos frenar esto aprendiendo a respetar la vida, sabiendo que los grandes líderes del mundo también han fracasado y que se han superado con esfuerzo y con amor.  Podemos frenar esto entendiendo que las personas no somos trofeos sino compañeros de camino.  Seamos responsables, seamos el ejemplo para los que vienen.  

La violencia no pide permiso.

SI CONOCÉS A ALGUIEN QUE SUFRE VIOLENCIA, LLAMÁ AL 144
La violencia desde adentro no siempre es tan claramente visible. 









jueves, 5 de mayo de 2016

Muere el olvido



Decenas de órdenes repetidas en silencio para sentenciar el olvido,
música fuerte, ruido, comedias, luces y todo se olvida... sólo un rato.
A veces se apuesta tanto...
y son cosas tan propias que no tienen precio en el mercado.


Después de todo,

¿qué hace uno con uno mismo cuando se siente acabado?

¿cómo se dibuja la sonrisa?

¿cómo se condenan los labios?

¿cómo se guarda la angustia cuando el corazón está alterado?

¿cómo se apagan los ojos que guardan sueños dorados?

¿cómo se borra la pena de lo oído?

¿cómo se cree que el futuro no es igual al pasado?


Después de todo,

¿qué gana el que intenta y siempre sale dañado?

¿qué hace cuando se le cae de las manos el tiempo confiado?

¿qué puede hacer si volar le da miedo?

¿qué, si está acostumbrado a correr con el lazo atado?



A veces, no es bueno abrir puertas que estaban con candado.

El olvido tiene sus tiempos.

El miedo da alivio porque de coraje se ha disfrazado.

Hay que reordenar el caos, serenar la pena, volver a la oscuridad los pecados.



miércoles, 4 de mayo de 2016

El peso de la palabra

La noche estaba absolutamente avanzada, tuve una charla con alguien a quien en un momento dije: "tengo cuidado con las palabras que uso porque las palabras tienen valor".

Estoy acostumbrada a parecer severa y en realidad, posiblemente lo sea.  Conmigo, principalmente.  Odio faltar a la verdad, detesto hacer cosas que se alejen de mis sentimientos, de mi intuición, de mi instinto humano más primitivo.  Pensé que quizás, había dicho algo que podía hacer que me vieran como una mujer ruda y frené mi pensamiento porque después de escuchar varias estupideces, entendí que el mundo va a decir lo que le convenga, lo que sienta, va a hablar por sus miedos, por sus sentimientos más bajos, por los más nobles, por los más instintivos y eso ya está respondiendo todo el dilema.  Por muy buenas intenciones que se tengan, siempre habrá alguien hablando mal, descalificando, poniendo palos en la rueda, tirando tus pantalones mientras subís.  Por eso, trato de pensar con mucha más dedicación en esos que  extienden la mano, esos que prestan oídos, brazos, pañuelos.  Esos que te regalan una canción, que piensan en vos cuando tienen una oportunidad, cuando algo sobra ¿por qué no?

Vuelvo a esa frase, "tengo cuidado con las palabras que uso porque las palabras tienen valor".
Tiene valor el buen día de un maestro que dejó a sus hijos en la escuela o al cuidado de su abuela, que preparó el desayuno a su marido, que olvidó pintarse las uñas después de arreglar su jardín.
Tiene valor un apretón de manos de alguien que empieza el día cuando el sol aún duerme, que deja en su cama un pedazo de sí mismo para que cuide a su "vieja" que está cansada de trapear.
Tiene valor la mirada de un niño que repite la frase que alguien puso en un papel para enviarlo a la calle a pedir. 
Tiene valor la sonrisa de un portero, de quien te alcanza el café en el trabajo. 

En un mundo tan bañado de superficialidad, se me hace difícil no expulsar verbalmente lo que pienso, lo que siento.  
Como digo siempre... "los amigos no se tocan" los amigos no son ese "alguien" con quien uno se acuesta cuando pesa la soledad.  Los amigos son gente que toca el corazón en un momento y ahí se quedan, son la respuesta que se espera y la que no. Son la sal en la herida porque es mejor curar que tapar algo que no está bien.

Cuando me senté acá... pensaba en mis primeros amigos.  Creo que fueron mis abuelas.  Es cierto que han sido amistades poco objetivas.  Para ellas fui "la princesa rusa" "Lupita" y hacía casi todo bien.  Sin dudas han sido mis amigas.

Con ellas agarré por primera vez un par de agujas de tejer, me escapé de casa sin permiso, comí golosinas cuando no debía, dormí en horarios imprudentes, recorrí barrios, ferias, iglesias y usé tacos que me quedaban demasiado grandes.

Hoy me desperté y vi una noticia en mi país (Argentina) y pensé en ellas.  Trabajaron toda su vida, fueron personas de bien, tuvieron que afrontar situaciones distintas pero muy difíciles, ambas eran aguerridas aunque de características diametralmente opuestas.  Una era dulce, amorosa, considerada, con ella me sentía cuidada y a salvo.  La otra era temperamental, libre y tan fuerte que si se te antojaba volar, ella te convencía de que podías y verdaderamente lo lograbas... con ella no estaba a salvo pero me sentía fuerte.

Qué bendición encontrarse en la vida con gente que nos de tanto sin siquiera imaginarlo, ¿no?

Muchos abuelos, como una de las mías, murieron esperando algo de Pami.  Un ente que recibe dinero de cada uno de los que trabajamos para brindarles a nuestros viejitos una estadía  mejor.  

Las palabras tienen valor.  No debemos olvidar eso.  
Cuando volvamos al origen, cuando aprendamos a querer al de al lado como si fuera un amigo, cuando pensemos en los abuelos ajenos como si fueran los propios, no van a existir depósitos con sillas de ruedas nuevas esperando podrirse.  

Todavía recuerdo cuando revisé la contestadora en septiembre y una mujer muy amable decía "Hola, queríamos avisarle a la familia de la señora Zarlenga que ya está disponible el colchón".  Sentí muchas ganas de destripar el teléfono contra la pared.  Mi abuela había muerto casi cuatro meses atrás, escarada, viejita, cansada después de toda una vida de trabajo, de responsabilidad, de haber cumplido con los impuestos.  

A veces, no basta con hacer las cosas bien, eso está claro.  Pero hubo un momento en el que casi nadie puso lo mejor de sí y todo se fue contaminando con propagandas de ayuda que tenían, así como tiene la luna, una cara oculta.

Siento bastante desesperanza con todo lo que veo.  
Sigo pensando que la "viveza criolla" ha corrido su límite al punto de excusar a verdaderos criminales. No hablo solo de esto... hablo de cada situación en la que veo que "los invisibles" nos pasan por al lado sin que los podamos notar.

Las palabras tienen valor.   Claro que lo tienen.
Tenemos responsabilidad sobre ellas, sobre los compromisos que asumimos y sobre los más débiles. Siempre.

martes, 3 de mayo de 2016

Hay algo peor que fracasar, no haberlo intentado.

Su prudente soledad lo llevaba a estar horas delante de un libro, tenía un sueño que había postergado por cosas de la vida -con el paso de los años hay planes que cuestan más-.  Se metía cada noche en su computadora para espiar un poco cómo era el día a día de amigos, compañeros de estudio y de trabajo, para reírse quizás, para descubrir canciones o poesías.

Era un ritual.  Su café, su cigarro mentolado, un cúmulo de fotocopias marcadas con resaltadores gastados, una luz tenue que iluminaba lo necesario y una computadora a la que un tiempo más tarde, terminaría odiando.

En su habitación dormía alguien a quien había elegido y a quien definía como "diamante" así que no haría falta describir lo mucho que esa mujer significaba para él.  

Alguna vez lo oí contar al pasar que su vida estaba en orden, que era feliz, que todo tenía un lugar específico antes de que apareciera "ella".  La nombraba con odio y con amor.  Era casi imposible entender cómo podía alguien sentir con la misma intensidad sentimientos tan opuestos.  Por eso, preferí dejarlo hablar.  Él pidió su café y yo, lista para escuchar su historia, pedí licuado de ananá.

Sus ojos profundamente negros, su pelo que se dejaba decorar por el paso de los años, una expresión de tristeza en su mirada me impedía escuchar su relato sin  imaginar qué había detrás.

Al parecer, la historia nació así como nacen las historias del siglo XXI, una computadora de por medio, una red social, dos solitarios.  Nunca coincidieron. Ella parecía no necesitar a ningún hombre, aunque quizás se moría de ganas de caminar con alguien al lado.  Él se describía como un tipo fiel pero repitió en varias charlas "si no estuviera casado... quisiera estar con vos".  Ella era estricta consigo más que con el resto y él estaba acostumbrado a esquivar críticas que pudieran mancharlo.

Nuestra charla se hizo amistosa y me contó bastante de esta historia.  Él hizo el primero y ella el último regalo.  Creo que la pensaba y la quería más de lo que pudo contar, es que... como sospecharán, ese "si no estuviera casado..." dejó de ser tan determinante y terminó estando con ella.  Es cierto, quizás no como ella hubiese querido, quizás ni siquiera como él hubiese esperado.  

Me dijo que me había citado en ese café para contarme la historia porque era el lugar en el que todo había comenzado.  Me miró y susurró, casi con la voz quebrada "ella estaba sentada ahí mismo y yo exactamente donde ahora estoy sentado".  Le hubiese querido preguntar qué sintió la primera vez que la vio, pero creo que ya lo había olvidado.  Tenía tanto enojo que se me hacía difícil comprender qué pasaba por su cabeza, por su corazón y simplemente seguí buscando frases que explicaran ese amor del que ella tanto había hablado.   Es que no lo dije, a ella la conocí en un viaje a un pueblo lejano, algún tiempo atrás.

Le propuse a él que dijera palabras que la definieran y lamento tener que decir que, en su mayoría, eran palabras que no parecían esconder amor.  Soberbia, infantil, una boluda.  Sí.  Se que no es difícil encontrar gente con esas tres cualidades, pero... confieso que esperaba otras palabras.  Seguía intentando entender en qué momento, su relato coincidiría con lo que ella había dicho.  Lo miré durante las tres horas que me dedicó para permitirme contarles esta historia pero no pude sacar demasiado... quizás sea mejor dejarles los números y las anotaciones que ella guardó hasta hace algunos días.

Cuando la encontré en aquel pueblo estaba sacando fotos sola mientras el atardecer incendiaba el paisaje.  Tenía los ojos pequeños y se veía triste... no fue fácil que me dejara entrar en su mundo, pero valió la pena el esfuerzo porque nació una amistad y de ella, esta historia.

Me dijo que se habían visto veinticinco veces en poco más de tres años. Que al principio él se paseaba con ella de la mano y que de a poco, la iba soltando. Pudo verlo solamente una vez el mismo día en el que él cumplía años, elegía regalos  y le escribía cartas que ella misma le leía antes de arrojarlas a la basura para cuidarlo.  Pasaba semanas sin verlo.  En un momento, me dijo con la voz al borde del llanto "Jamás le reclamé nada, lo extrañaba todo el tiempo, lo amaba tanto..." y les juro que sentí pena.  

Tuve la sensación de que ella se quedó con la angustia propia de los "no comprendidos".  Me dijo que cuando pensaba en algo para sorprenderlo, él insistía con la idea de que ella hacía todo para convencerlo, para qué el la eligiera.  Parecía generarle angustia sentir que él tendía a tratarla de farsante, de "poco relajada".  En varias oportunidades mencionó que discutían mucho, qué él parecía descorazonado y que, basado en sus estudios, solía culpar a las "hormonas" de ella de causar los malos entendidos.

Me relataba la historia mientras tomaba fotos en ese furioso atardecer, y algunas lágrimas morían en su bufanda enorme, sus anteojos estaban empañados y yo no podía parar de preguntar.  Me contó muchas cosas que van a ser sólo una charla de amigas que no puedo publicar, pero esta historia termina con dos vidas que chocaron en un punto.  Él la detesta porque quisiera tenerla atada a su vida cada vez que algo no funciona, cada vez que se siente solo o cada vez que siente ganas de vivir y volver a soñar.  Ella siente que su amor se apagó con cada palada de arena que él iba tirando sobre esa fogata que hacía todo para sobrevivir y para iluminar.  

Hubo un silencio largo.  Las dos estábamos sentadas en el medio de la nada.  Frente nuestro, el sol prácticamente extinto.  Sobre nuestras cabezas, la luna nueva, tímida, delicada, escuchaba atenta y se nos sumaba.  Pregunté:  ¿puedo publicar un breve relato de esta historia?  ¿me permitís ir a buscarlo? ¿hay forma de que yo pueda hacer algo?  Contestó: nunca me creyó.  Le di mi tiempo, mi confianza, mi fidelidad y nunca entendió que esto no se trataba de ganar un juego.  Ahora entiendo que yo me tomaba seriamente su sufrimiento y la situación, y él... -suspiró- él únicamente estaba tratando de sentir que no estaba fuera de juego.  Yo fui eso en su vida.  Pienso así cada día y de a poco, lo voy olvidando.

Se que no es una historia con final feliz.  
Pero, las historias tristes sirven para que, cuando lleguen las felices, tenga sentido valorarlas.

Sus identidades no son publicadas, no porque lo hayan pedido sino porque ellos dos, son pasado.

lunes, 2 de mayo de 2016

El pacto

¿Qué hace que exista más de una persona bajo las estrellas pidiendo "por favor, no me mientas"?

Es tan fácil ser pesimista como optimista, salir de una historia nos hace mostrar nuestra naturaleza en estado puro.
El manso, culpable por no amar, trata de acompañar a la que considera víctima del desamor hasta la orilla próxima más segura, porque no amar no significa odiar.
No amar, es haber dejado de admirar aquello por lo cual nació el amor -al menos para mi-.

A veces no resulta y es casi como una regla que, el que "abandona" es el criminal del caso.
Y se esparcen sobre el final de la historia, decenas de calificativos que van a decorar tu memoria incansablemente hasta que algún día, todo haya muerto definitivamente.
Pero, el "mientras tanto" es difícil.

Una vez alguien me dijo "No deberías creer nunca en alguien que no puede ser fiel a lo que siente" y aún así, decidí creer.  Y al elegir, la vida me dio dos opciones: oportunidad o lección.
No hubo felicidad pero hubo un gran aprendizaje, supe que era así... que ¿de qué sirve ser fiel si no se es fiel a lo que se siente? Esa es la raíz de la mentira.

Por eso... por difícil, por extraño, por angustiante que sea...  es mejor "que sea".  La vida se hace andando, sin importar si el camino es corto o es largo.

A veces, el paisaje es escarpado, y duelen las heridas y asustan los sueños que vamos matando cada vez que fallamos, pero siempre vale la pena respirar profundo y continuar para que quede atrás el pasado.

Me dijiste: por favor no me mientas y yo dentro mío sólo pude pensar "por favor... no te mientas" que con eso, los dos habremos ganado.


Dedicado a la insistente casualidad que habita mis días.