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jueves, 29 de diciembre de 2016

El buen líder

En mis épocas de estudiante de Administración allá por el 2003 cursaba una materia que se llamaba Administración General. La dictaba un profesor muy carismático y creo que por eso es que recuerdo muy bien su nombre: Diego Villalba. El primer día que lo vi pensé que era un tipo arrebatado porque llegó algo tarde y empezó a dictar su clase mientras iba firmando actas y ese tipo de cosas, era una materia semi presencial y todo me resultaba nuevo en aquel entonces.

Cuando terminó de acomodarse, se puso de pie y preguntó: ¿saben ustedes quiénes son las personas que mejor conocen la administración?  Yo no tenía ni idea y mis compañeros tampoco. Al rato respondió "las amas de casa". Hacen magia para llegar a fin de mes, pagan todo, administran vencimientos, cuotas, matrículas.  El hombre que va y trabaja, trae la plata y se olvida, ella está administrando siempre todo. La leche que queda para los chicos, cuanto se necesita para las vacaciones, a dónde conviene, etc. Mucho tiempo después entendí que lo que él planteaba era que las mujeres tenemos muchas variables más en cuenta, las prácticas (que son las que consideran los hombres) y las más poéticas o sensibles,  por lo cual ese pequeño gran detalle las termina convirtiendo en grandes administradoras.

Las clases de Diego eran geniales. Él iba en contra de lo clásico,  te abría la cabeza, te planteaba dudas, te mostraba que administrar está en cada acto de la vida. Administramos el aire para hablar, cantar, correr así que empezando por eso, todos administramos.

En otra de sus clases habló sobre los líderes.  Mientras describía a los líderes yo me reía porque parecía una clase narcisista.  Todo lo que decía decantaba por defecto en su nombre. Él era un buen líder.  El incentivo lo generaba su emoción y pasión por lo que hacía,  se enojaba cuando no cumplíamos y era estricto y sin embargo se nos hacía imposible no darle la razón cuando nos marcaba fallas.  Era serio pero sabía ser simpáticamente conveniente, siempre tenía una palabra de elogio para resaltar alguna virtud en sus estudiantes y yo me daba cuenta de que él lo hacía para que todos confiáramos un poco más en nosotros mismos.  A él lo hacía útil nuestra inseguridad pero lo hacía más feliz nuestra evolución.

Yo no terminé la carrera pero jamás olvidé sus clases, quizás porque lo que él dejó servía para la vida.  No supe más de él y se que no me recordaría pero no me importa eso. A mi no me gustaba la carrera, me iba bien porque le ponía onda pero nada más,  sin embargo sus conceptos de liderazgo me quedaron y a lo largo de mis 19 trabajos fui evaluando lo que veía.  El éxito de la empresa o los sectores y el tipo de líderes que tenían. 

Era la ecuación perfecta, sin fisuras. Un buen líder es el origen de los buenos resultados.

En una casa hay un líder,  siempre. Los líderes naturales son aquellos que logran ser autoridad tengan o no el título, pasa en los jardines de infantes. Siempre hay alguien que comanda la batuta, alguien a quien siguen los demás (sea buena o no la causa) porque vale aclarar que los líderes no son siempre buenos o nobles en sus intenciones, de hecho Hitler ha sido un gran líder y sabemos todos el resultado de su liderazgo.

Encontré una imagen en internet y ahí comprendí lo fácil que es identificar a un buen líder. 

domingo, 25 de diciembre de 2016

Dos caminos

Se puede vivir de dos formas: con amor y sin amor.

Por estos lares, casi cayéndonos del continente,  estamos los argentinos.  Somos seres iguales al resto de la humanidad aunque disfrutemos creyéndonos distintos, interesantes y raros.

Por acá anda todo dividido. Los K y los anti K, los cumbieros y los chetos, los del rock pulenta y los del rock de "elite", River y Boca, los que aman el asado y los veganos, los que toman mate amargo y los que le ponen azúcar,  los que quieren a Maradona y los que quieren a Messi.

El argentino no tiene problema con el dolor porque se lo banca, el asunto es que la expresión o no de ese padecer siempre depende de quién los hiere. Todos nos estafan, desde hace rato, pero siempre estamos apuntando al otro para que el de nuestro equipo parezca "menos peor".

El argentino nace jefe y campeón.  Sabe todo y no necesita leer manuales con ninguna instrucción. Se queja cuando no le dan algo y cuando se lo dan,  sospecha. No en vano está la frase "otra vez el tango"... somos quejosos, llorones.

Es cierto, no todos. Pero en líneas generales es así.  Estos últimos meses fueron insufribles las redes sociales, que PAMI, que los descuentos, que no entran inversiones al país,  que vamos en picada, que voy a prender el aire cuando vuelva Cristina, que el paro, que las paritarias, que la obra social, que mi jefe, que el bondi, que la telefonía móvil... 

Algunos aspectos son muy importantes, el 90% de los que opinan y publican estadísticas y balances hacen copia y pegatina y repiten y reproducen o para generar alegría o para inducir suicidios en masa.

El punto es que ayer a las 00.00 los hogares de barro, los lujosos pisos de Puerto Madero, los dueños de los campos, los fundadores de comedores barriales, los niños de una escuela privada, los de una pública,  el gerente, el operario, el de mantenimiento, el desocupado,  el que recién se recibió,  la embarazada, el que no quiere hijos, el que los sueña,  el engañado,  el que engañó,  los abuelos, los hijos, los nietos, los que tienen auto, los que no, los que celebran todo con tal de que haya fiesta, los solitarios, los viajantes,  los que preparan comida, los comensales; todos pensamos en alguien que queremos.

Ahí no hubo economía ni política que valiera la pena. Ayer no hubo lugar para nadie que no haya sido verdaderamente parte de nuestras vidas. Hay dos formas de vivir: con y sin amor. El argentino es calentón y se las sabe todas, siempre reclama más de lo que da, nunca le alcanza y siempre siente que alguien lo está estafando... pero el argentino siempre tiene alguien en su mente a quien le gustaría abrazar.

Ayer dejé a un lado el celular porque quería ver a mis personas queridas. Las observé y las respeté tal y como son. Ayer agradecí poder levantar una copa y decirles "que Dios te bendiga". No se bien quién será Dios, cuál será su forma, su procedencia, pero estoy convencida de que el milagro de la vida no puede ser obra de nadie como nosotros, los simples mortales. Ayer a las 00 todos abrazamos a alguien, más no sea con la hermosa capacidad de recordar.

En fin... nos envenenamos 364 días del año y nos regalamos escasos buenos ratos. Ojalá algún día cambiemos la proporción.  Ojalá algún día podamos dar vuelta la historia.

Es cierto que hay que batallar, pero la vida pasa por otro lado, justo por ese lado que estamos dejando pasar.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Viajar liviano

Viajar liviano, como aquel día en el que emprendimos este viaje al que nos acostumbramos a llamar vida.  Viajar sin carga, sin ropas que tapen lo que somos, lo que reside en nuestra esencia.  Viajar despojados de propiedades.  Viajar sin llaves ni cadenas, sabiendo que las únicas puertas que son nuestras son las que están abiertas.  Viajar por la vida sin ataduras, asumiendo tareas con alegría, amando la posibilidad de hacer, hacer aquello que nos de la posibilidad de amar.

Que no hay sillas nuestras, ni lugares de privilegio más importantes que los que nos dan los que nos aman, que no hay lugar en el que estemos a salvo si somos terroristas de nuestros propios sueños.  Que no existen cenas si no hay mañanas, que no hay fidelidad más útil que la de ser sincero con uno mismo.  Que los crueles van a apuntarnos y van a disparar con palabras por la espalda y nos van a escupir su bronca en la cara.  Que el amor estancado va a ser tanto que va a encontrar un surco para escapar y regar todo a su paso.

Viajar liviano para que no nos moleste la ropa cuando queramos abrazarnos.
Viajar liviano para que no nos pesen los reclamos, livianos para poder irnos con la misma facilidad con la que llegamos, para que nos de risa la espera, para que nos espere la risa cuando acabe el llanto.

Que no hay lugares comprados para nadie, que no somos dueños, que no somos eternos más que en los recuerdos de quienes eligen seguir amando.  Que los hilos rojos unen sin querer a los que deben estar unidos para que sea más bello el cuadro, que los hilos rojos cuando atan se rompen y terminan sangrando.

Vivir recordando el amor aunque nos apedreen con espanto, regalar aunque nos rechacen, acariciar aunque nos pateen, reír ante el enojo que quiere desintegrar lo bueno que la vida juntos sabe dejarnos.  Viajar liviano para que las cicatrices cierren, para que la piel se siga dorando, para que el viento pinte con fuerza su mejor cuadro.

Que no somos de nadie, ni de aquí ni de allá y que estamos de paso.
Que nada se nos vuelva demasiado importante para que jamás seamos esclavos.

Guada




martes, 13 de diciembre de 2016

Latimos

En estos tiempos en los que la palabra blanqueo es moneda corriente en revistas de economía y en revistas de chimentos pensé que era buena idea hacer un blanqueo personal en voz alta y dejar que el trazo marque el ritmo.

Amo las frases, las retorcidas y las simples.  Alguna vez, hace ya bastante tiempo, leí: "cuando encontrás la respuesta, viene el universo a cambiarte la pregunta".  Me causó gracia en aquel entonces porque me imaginé la cara de alguien perdido ante alguna situación nada importante, por supuesto. Pues bien, este año de mi vida tiene mucho de aquella frase de sobre de azúcar.

Si me dan a elegir entre el mar y un río, yo elijo el mar.  Me gusta su bravura, su fuerza y su sorpresa. Me gusta su golpe constante porque cambia la vida a su alrededor, me gusta el viento, me gusta que me despeine, adoro que sale mi piel, amo escucharlo diciendo nada y diciendo tanto. Me encontré muchas veces sonriendo al descubrir que logra ponerme piel de gallina por el solo hecho de existir. Frente al mar aprendí a hablar conmigo misma con más calma, aprendí a decirme "basta", aprendí que el miedo es una parte esencial, no de estar viva, sino de sentirme viva.

Este año fue muy rico laboralmente. Romper estructuras para alguien como yo es vivir rindiendo exámenes.  Di la bienvenida y dije adiós muchas veces.  Me reí a carcajadas, escuché consejos, me emocioné, leí entre líneas y me guardé muchos pensamientos.  Crecer, de alguna forma, debe ser algo así como aprender a ver con los ojos abiertos pero también con los ojos cerrados.  

Este año armé lío sin querer, me angustié, me preocupé.  Cuando bajó la marea entendí que hubo cosas que pude escribirlas mejor, sin soberbia, que pude ser políticamente correcta, que pude haber sido más astuta; pero releo una y otra vez aquel polémico "Pequeña feminista ilustrada" y digo: soy yo, nadie me paga por escribir, tengo derecho a decir lo que pienso y a decirlo sin pensar demasiado lo que digo.  Para sutilezas y escritos inteligentes hay otros que ganan lo que no gano yo.

Este año viajé, cumplí sueños porque había que fabricar otros nuevos, saqué fotos que valieron la pena, el riesgo y la risa. Aprendí que en la vida no todo lo que se encuentra es nuevo, yo descubrí en mi viejo a un amigo viajero con el que todos los ratos son geniales.

Este año negocié precios falando un portuñol muy básico.  Me caí (literalmente) varias veces. Tropecé muchas más. Desafiné en una presentación en vivo y sentí ganas de ahorcarme con el cable del micrófono pero bastó con pensar en mis amigos para continuar.  

Este año ligué muchos asados porque como trabajo los fines de semana por la tarde, el del domingo es una utopía, entonces -como quien no quiere la cosa- lo menciono de vez en cuando para que alguien se cope con una parrilladita un jueves o martes y me haga feliz.  Se ve que mi cara de desgraciada ha dado buenos resultados así que no descarto estudiar teatro para lograr más cosas en algún momento (léase esbozando una sonrisa, sino no garpa).

Este año estuve cerca de mis personas queridas, esas a las que tengo siempre escondidas.  

Este año me dejé abrazar mucho tratando de romper ese rechazo al contacto físico que me genera espanto y me hace parecer fría con gente con la que jamás quisiera serlo.  Es curiosa la vida, creo que aprendí a abrazar cuando entendí que quien me enseñó a saludar con ese noble gesto ya no va a escribirme "estoy en la puerta Lu, tomamos unos mates un rato?". Ese mensaje bastaba para que saliera a abrirle y sabía que venía el "acomodamiento de chakras" que sólo Nico sabía regalarme.  Este año aprendí que no quiero dejar que pase el tiempo sin intentar lo que sea que haya que intentar.

Ya no importa la edad para nada en la vida. Existen quienes la vuelven un festival cada día y para esos, la vida está bien vivida sea 10, 20, 30 o 90 años.  Existen los que necesitan varias para volver y aprender a sonreírle al tiempo, para seducirlo sin esperar que se despinte los labios.

Este año leí y escuché palabras muy crueles de gente que no me importa y de otros a quienes supe querer demasiado. También recibí gestos inmensos de personas que te adoptan desde una sintonía. Aprendí a tomarme con gracia las suposiciones que hagan sobre mi persona, si es el precio que tiene la discreción, lo pago con mucho amor.

Lo que se hoy de la historia esta a la que llamamos vida es que te da lo que te sirve para aprender a andar, así que es mejor borrar eso de que la vida te devuelve lo que das porque creo que no es tan  matemático el asunto.

Pasé noches mirando el cielo, pasé horas sentada a la vera de mi cama suspendida en el tiempo.  Hice promesas a una estrella. Se me doblaron las rodillas de tristeza. Me dolió la cara y el estómago de la risa.  Vi gente que quiero emocionarse de felicidad. Vi gente que quiero llorando en soledad. 

Por ahí el truco consista en no desilusionar a aquella persona que supimos ser cuando apenas llegábamos a sentarnos solos y nos bastaba ver un árbol iluminado para atrevernos a soñar.


Este año se resume con la frase final de una hermosa película: Caballos Salvajes.

"Se puede hacer algo para estar completamente vivo, antes de estar definitivamente muerto..."
"La puta que vale la pena estar vivo!!"


Que la magia los toque, vestida como más les guste.  Que los inunde con su perfume.  Que les sacuda el cuerpo y despabile aquello que por costumbre los mantiene dormidos. Que la realidad los golpee como el mar golpea con su ruido, que los despeine, que los erice, que les dore la piel, que con su frío les recuerde que la música perfecta es la que marcan los latidos.

Gracias por leerme.


viernes, 2 de diciembre de 2016

El deber y el querer no duermen juntos

Entre el deber y el querer duerme quieta la conciencia.
El deber, eso que no es más que la creación de un sistema de reglas ajenas a uno, un legado de límites que encarcelan corazones y mentes, un espacio que nos vuelve violentos porque en el fondo, ahí donde aún somos nosotros mismos, ese "alguien" que queremos destruir, busca desesperadamente escapar de nuestra aparente evolución, de nuestro deber.

"El querer" lee Romeo & Julieta y bebe gota a gota del veneno del miedo al que llama realidad para sostener su adulta imagen mientras sonríe a escondidas recordando esos instantes en los que se sintió verdaderamente vivo. "El querer" conoció tan bien los colores que quiere volver a ellos una y otra vez para que todo en su ser florezca, el gris aparece camuflado para recordarle que "el deber" es cosa de adultos y lo logra convencer.

El deber viste de marca y a la moda. Usa perfumes caros y vacaciona sólo para sacarse fotos que van a decorar alguna red social.  El querer viste cómodo y anda liviano porque está siempre listo para viajar aunque no tenga cámaras con las que pueda guardar retratos. 
El deber ríe bajo, critica fuerte y ama poco. 
El querer ríe alto, critica bajo y ama mucho.
El deber duele.  El querer muere.

El deber va poniendo ladrillo a ladrillo y te permite estar seguro, va levantando hilera por hilera y te fabrica un fuerte del que no sale nadie y al que no entra nadie, no lo cambia el viento, no se ensucia pero tampoco te permite ver demasiado y quizás algún día descubras que es difícil -pero no imposible- salir.

El querer deja que la naturaleza le muestre guaridas mientras camina, se pincha con algunas espinas, siente frío, calor, conoce el miedo que generan los riesgos pero sigue su camino porque está convencido de que lo verdaderamente bueno está por llegar.

El deber es responsable con lo políticamente correcto.
El querer te invita a honrar la vida.

El deber tiene hilos invisibles que encadenan tus pies, tus manos y también tu corazón.
El querer te desmorona como marioneta en una obra porque quiere que sepas que también está vivo aquello que no se ve.

Siempre me repito... quizás esto sea leído en el momento correcto por alguien que lo necesitaba.  Ojalá así sea, deseo que cuando leas esto, te sientas feliz de la vereda en la que decidís estar y si no estás del lado que le da sentido a tu vida, ojalá al menos estés a tiempo de cambiar.