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viernes, 24 de junio de 2016

Conectate

45 minutos delante de una mujer que tenía en su regazo a un pequeño que no caminaba, dato que aporto sólo para graficar su corta edad.
Durante todos esos minutos, ella estuvo con sus ojos puestos en el teléfono celular.  No es figurativo, es literal.  No levantó los ojos de su teléfono mientras su pequeño me miraba incansablemente y mientras sus pequeños deditos acariciaban el abrigo de una mujer que estaba sentada al lado de su madre.

Regordete, con ojos avellanados y profundamente negros, con un flequillo tímido que escapaba de la capucha de un buzo que parecía demasiado liviano para el frío de estos días.  Su nariz colorada evidenciaba algún resfrío que me hizo pensar en que ya habían pasado muchos minutos sin que su madre lo mirara siquiera para ver si estaba bien ya que, parecía ser un niño tranquilo porque ni se movía.

Yo le guiñaba un ojo y le sonreía, quizás con la ilusión de motivar algo en él porque he sido motivada en mi niñez y aprendí por experiencia que los niños necesitan estímulos para ser atentos, inteligentes y felices.

Saqué un pañuelo de mi bolso y se lo di a la madre, que me miró con cara de asombro. No entendía por qué le daba un pañuelo y apenas si sacó sus ojos de la pantalla boba para darse cuenta de que alguien le estaba dando algo.  Con voz templada le dije "tiene la nariz sucia".

Recién ahí miró la carita de su bebé.

No pude evitar pensar en que los seres humanos somos, muchas veces, incapaces de entender de qué se trata la vida.  Definitivamente no es el mero hecho de tener la capacidad de procrear lo que nos convierte en humanos con derechos... es la capacidad de obrar racionalmente antes de procrear y la capacidad humana de interactuar y hacer honor a nuestras decisiones lo que nos hace seres verdaderamente humanos.

La tecnología es una herramienta.  Claramente.
Los recitales tienen miles y miles de personas que ya ni observan aquello por lo que pagan, buscan desesperadamente grabar todo, todo el tiempo. Las cenas de pareja son un panorama desalentador que indica que la gente se junta como se juntan dos tazas en un armario, como se juntan las hojas en un apunte abandonado. No se miran, ni miran al plato, no discuten... ni siquiera eso.

Es cierto, cada uno decide qué hacer.  No tengo fundamentos científicos que aportar a mi observación pero sí hay algo que lamento absolutamente y es la casualidad de formar parte de una generación plagada de zombies incapaces de dar tiempo de amor, de escuchar, de mirar a los ojos, de volver y de conectarse con los afectos.  Después de todo y una vez más, posiblemente sea el amor lo único que nos salve del caos.

Conectate con lo verdadero.  Conectate con el amor.

miércoles, 22 de junio de 2016

Messi, gracias por ser argentino



Ayer se gestaba en mi mente este texto dedicado a un ser que logra unir millones de voces en el mundo en un mismo momento, con la misma energía, con la misma pasión, con la misma admiración y lo que es mejor, con el mismo respeto.

Yo crecí en esta tierra en la que el fútbol es mucho más que un evento deportivo. Acá el fútbol es tradición, religión, es herencia. Papá compra la camiseta para su bebé al otro día de ver en la ecografía que "es varón". El primer regalo suele ser una pelota, de colores, blanda, de tela y con cascabeles... pero una pelota al fin. En Argentina, el asado, el tango y el fútbol son ADN, son la expresión viva de lo que nos une y es por eso que el que no ama el tango, cuando sale del país y escucha "Cafetín de Buenos Aires" deja que se le piante un lagrimón; el perfume del domingo al mediodía es el del asado hecho por el abuelo y papá, con los nenes alrededor esperando con ansias aprender a hacer el fuego; y el fútbol es el color que envuelve este paisaje verde y extenso.

A mis 32 años he visto muchos jugadores apasionados, virtuosos, dedicados, guerreros, de hecho coleccioné fotos de Matías Almeyda durante mi adolescencia y gracias a él aprendí a observar el fútbol europeo y supe que la combinación de la técnica y disciplina de ellos necesita la rusticidad de nuestros argentinos para que tanta organización deportiva no vuelva aburrido y previsible un domingo a las 6.

En una semana me encontré repitiendo dos veces la misma expresión: "No se puede creer".

Messi. Sí, así a secas. Messi. El jugador en la cancha y en la vida. Ese que ojalá se vuelva ejemplar ídolo de las generaciones futuras. Ese que a esta altura ha superado con creces no solo récords sino las expectativas de quienes quieren el fútbol y no, de quienes se resistieron a darle la derecha, de quienes lo cuestionaron y sostuvieron "le falta".

No le falta, le sobra!

Se define a los líderes como las personas capaces de guiar e influir a otras personas o grupos de personas, que además son reconocidos como tales.

Sólo con esa definición se puede refutar verbalmente cualquier expresión que, a esta altura, es pasado. Siempre es bueno aportar un poco de educación que modere la pasión.

Messi, "el jugador", ese al que le negaban la 10, ese que tenía una vara muy alta para superar, ese que cargaba con la historia pisándole los talones. 


Sí, ese que "todavía" no ganó un mundial. 

Ese que recibió en España lo que no supieron darle nuestros clubes. 

Messi, el que aún así decidió que quería vestir la albiceleste. Messi, el callado, el mudo, el silencioso obrero. 


El que le lleva una alegría al argentino promedio que soñó con ser futbolista, ese que hace que los ojos de mi sobrino brillen, ese que mira la pelota como un chico mira la vidriera de una juguetería. 


Messi, el que apunta, calcula y dispara. El sumiso. Ese que, siendo uno no necesita "líos" para que su nombre esté en boca de todos, ese que se mueve como cualquier técnico quiere, ese que parece un jugador de Play.  Sí, ese... así, milimétrico, veloz, prolijo en la cancha y fuera de ella. 


Messi... ese que le hace todo más fácil al resto porque aprendió a poner su virtud al servicio de otros.

Messi, el mejor jugador del mundo.

Messi, el que tiene un don y lo valora.

Messi, el que responde ataques con silencio.

Messi, el que por cada humillación brinda un acto magistral.

Messi, el jugador que sonríe y nos invita a hacerlo con él.

Messi, el que nos hace olvidar durante 90 minutos que este país está plagado de gente que no le llega ni a los tobillos.

Messi, el que nos devuelve la alegría que los políticos nos quitan, más no sea lo que dura un partido.

Messi, el que conserva mirada de niño y logró a base de trabajo hacer de la pelota, una extensión de su cuerpo.

Messi, el que nos demuestra que con sacrificio y fe en uno mismo, pero principalmente respetando a los otros, se puede llegar tan lejos como se desee.


Yo soy de la generación que tenía como ídolo a alguien que fue "pasado" mucho antes de terminar su carrera. De una generación que dijo D10S a alguien que ha dado muestras de ser inmoral, injusto y desagradecido con sus hermanos, nosotros... los argentinos.

Siento un enorme alivio de que los niños de hoy puedan amarlo, en nuestro país y en el mundo entero.

Sí, señores... Messi, el pibe que hizo de las ventanas, puertas. El que, por cada ataque, devolvió una jugada inolvidable.


Cinco letras, un nombre, un grito. Messi... gracias por ser argentino.






martes, 21 de junio de 2016

A veces...

A veces no se puede decir "adiós".
No es desprecio por la palabra,
no es apego por lo imposible,
no se trata de querer seguir porque
es más fácil continuar algo comenzado que ir de cero.

A veces no se puede decir "adiós"
porque cuando se ama,
se da tanto de uno que es imposible rearmarse y
dar vuelta la página.

Entonces no se trata de una palabra,
pues sucedería lo mismo si osara usar sinónimos,
de todas formas... ninguno querría salir de mi boca.

Posiblemente "adiós" es una de esas palabras que
nacen con ganas de morir.

A veces no se puede decir "adiós" porque
sería algo así como despedirse de la parte más feliz de uno,
sería como dejar abandonado en la oscuridad
un sentimiento noble que no necesitó nada a cambio para vivir.

No se puede decir adiós porque el amor se pare,
se sufre por dentro, en silencio y se le tiene mucho miedo.
Aquellos que se permiten amar saben que algún día
puede llegar el adiós a destrozarlo todo.

Empiezo a sospechar que verdaderamente
"el olvido es una fantasía"...
y mientras susurro en el silencio de la noche esa frase,
voy dibujando en el vidrio empañado,
letra a letra, mi única certeza:
"no se qué será después".

Aquí quedarán los puntos suspensivos de
tantas historias que alguna vez creí,
quedarán sorpresas, charlas, diferencias y
bellas coincidencias que seguirán
vivas en estos rincones en los que,
envuelta en tus ojos negros, jugué a ser feliz.

sábado, 18 de junio de 2016

Milagros de un día cualquiera

Digo a menudo que un día simple puede convertirse en uno inolvidable.  Sostengo también que depende de nosotros mismos porque confío en la auto-sanación, en la leyenda del ave fénix humanizándose constantemente.

Hoy el milagro tiene autor y para mi pesar, no se su nombre.

Viajar en tren es, muchas veces y al contrario de lo que creen algunos, es un lujo. Hay un mundo que se gesta ahí,  estación por estación.  Las caras son las mismas por largos lapsos de tiempo, algunos repiten la misma rutina de uno y otros son simples pasajeros que decoran el espacio por un ínfimos momentos.

Mientras iba a la estación,  pensé que tenía ganas de tejerle algo a mi pequeño sobrino ya que, mientras más crezca,  más difícil se me vuelve terminar la obra. Es que ser autodidacta tiene sus beneficios y sus contratiempos. Compré agujas, lana azul y empecé a tejer. Algunas estaciones después de la mía, subió un hombre con dos cajas azules y se sentó al lado mío.  Iba callado y noté con la llamada "vista periférica" que miraba  lo que yo estaba haciendo. Una estación antes de llegar me dijo... -qué lindo que tejas, ya no lo hace casi nadie.  Las abuelas de hoy no tejen... te diste cuenta?  La mía lo hacía.  Cada vez que iba a verla me agasajaba como si fuera una fiesta mi visita.  

Irremediablemente se me inundó la mirada que, como es costumbre, era esquiva ante el contacto con un desconocido.  Muchas veces lamento sobremanera ser tan tímida... y me atreví a decir (con la voz apenas clara) "cuando era muy chiquita mi abuela me enseñó".

Siguió su relato:  Yo soy abuelo, tampoco hago muchas cosas de abuelo, no les enseño cosas como hizo mi abuela conmigo... y de repente sus ojos se llenaron de lágrimas.  "Perdón" dijo.  "Gracias, me acercaste hermosos recuerdos, me trajiste a mi abuela" dije yo.

Secó sus ojos... le dije: es para mi sobrino.  Sonrió y sentenció "ese regalo no tiene precio, cuando sea un viejo como yo, va a recordar que tuvo una tía que le regaló lo más lindo que tenemos... -tiempo-".

La calle es una escuela dicen por ahí.  No coincido plenamente, sin embargo, cuando uno se topa con personas que son capaces de hablarle a una completa desconocida para decirle algo lindo, ligado al sentir, ligado a los gestos que decoran la vida, ahí sí que la calle se convierte en una bella escuela.

No esperaba emocionarme nunca en un vagón cualquiera, un sábado cualquiera... pero se cruzó la persona correcta y fue un vagón especial, un sábado especial y a partir de hoy, un recuerdo especial.

Definitivamente nada nos llevamos de esta tierra más que aquello que podemos guardar en la retina y en el corazón.  Por eso, a veces olvidamos caras pero no olvidamos una caricia.

La vida son instantes repletos de autores... cada uno, con su pluma, sabrá escribir una escena mejor.  

Deseo que así sea para cada uno que se acerque a este blog y se deje llevar por la situación, quizás así puedan estar cerca de alguien querido aunque sea abrazando un recuerdo.

miércoles, 15 de junio de 2016

Que dios los perdone

Leve sensación.
En nombre de dios.
En nombre de los pobres.
En nombre de la igualdad.
En nombre de los que menos tienen.
En nombre de...
Ya ni las monjas postradas se salvan.
Y lo peor es que vamos perdiendo el sentido del escándalo,  la ética, en fin... vamos perdiendo el sentido común.

Hoy escuché a un actor cómico decir: "todos los negros morimos soñando con enterrar la guita" calculo que era una  comparación con las OffShore de Macri, la guita afuera de Melconian, etc.

Y yo, aca, soñando con poder irme de vacaciones con mi padre para devolverle un poco de todo lo que me dio desde su honradez laboral y humana, no puedo más que lamentar la estúpida costumbre argentina de ver "menos peor" el robo de uno que el de otro. Y veo con asquerosidad que gente que vive en barrios paquetes se autodenomine "negro" queriendo hacer simpático un término que tan peyorativo e improductivo, utilizan para llamar a un trabajador.

Qué avaricia tan descarada. Que nos perdonen Luz Milagro, el pequeño Néstor (muerto de hambre en el norte de nuestro país), que nos perdonen los médicos que cobran mal, se aguantan golpizas y atienden con elementos que llevan de la casa; que nos perdonen los policías honestos y las maestras que reman en pegamento cada día para cuidar y poner esperanza en el futuro.

Toda la plata corrupta, no importa de quien sea, es dinero que está faltando a gente que vale la pena. Falta en universidades, falta en colegios, falta en los pueblos perdidos de nuestra extensa tierra.

Absorta, desilusionada pero confiada en que mientras existamos dos incapaces de tocar lo que no nos corresponde,  podemos cambiar nuestro entorno.

Eduquemos... que "sacar ventaja" no sea visto con buenos ojos, que el trabajador no sea visto como un boludo... y que los ladrones sean puestos a sembrar la tierra para devolver a la sociedad lo que han robado.

Al gran pueblo argentino, salud.
Guada

jueves, 9 de junio de 2016

Gabriel

Las batallas más difíciles son las que tenemos con nosotros mismos, así lo dicen los sabios, los experimentados, aquellos que con o sin victorias han aprendido algo de la vida.

Recuerdo con total claridad una fría noche de invierno cuando mi edad era de sólo un dígito, estaba en mi cama marinera (la de abajo, que parece ser la primera conquista de los hermanos mayores) estaba esperando el saludo de las 00 como era costumbre en mis cumpleaños y extrañaba mucho a alguien. 
 
Mi pequeña mente no entendía las cosas de los adultos, me preguntaba qué los llevaba a estar lejos de lo que -supuestamente- los hacía felices.  Aquella noche lloré en silencio.  Tenía miedo, quizás, de que llegara mi vida adulta y que me encontrara sin poder hacer las cosas bien.

Definitivamente somos nuestra historia.  

Yo detesto esperar, aborrezco la mentira y se bien que hay promesas que se hacen sin decir "lo prometo" pero también aprendí  a comprender a los demás, quizás con más amor del que pongo para entender mis propias miserias.  

Yo entendí todo el infierno, lo caminé descalza, supe que si soñaba corría el riesgo de que mi libro ardiera y no quedara nada.  Supe que, si me animaba, me iba a costar escribir el final.  Sentí que el corazón dolía, físicamente -nada de poesía encaja en ese dolor- y miré la puerta mil veces esperando que llegara él.  

¿Su nombre?  Gabriel.   

Lo arrastré a mi mundo y creí que mis pocos minutos al mes alimentaban sus sueños como sus pocos minutos alimentaban los míos.  Llegamos a conocernos sin hablarnos, supimos inspirarnos el más grande amor y el más triste desprecio y seguramente quisimos odiarnos.

Hay personas a las cuales nos enfrentamos y entendemos que nos une algo que no tiene explicación en este mundo.  Si es de otra vida, si es demasiado amor, si es locura... quién lo sabe?  

Hay personas que se cruzan y ya nunca más parece ser lo mismo.  

Se intenta.  Se evita.  Se censura.  Se prohibe.  Se condena.  Se ama.

Y de repente, no hay edad, no hay distancia, no hay peligro, nada importa y sin embargo... no alcanza.

La ciencia dirá que fue su crisis de los 40, él dirá que fue mi crisis de los 30 y yo diré que nunca entendí por qué nos cruzamos... no porque me arrepienta, aún hoy no lo lamento, sino porque no me llevo nada de esto.  Sigo batallando sola, peleando contra el viento y el olvido.  Sigo viéndolo entre la gente, sigo desdibujando sus ojos cada vez que encuentro algún sueño que fue nuestro, vivo.

Somos nuestras vivencias, nuestras batallas y lo que hacemos con ellas.  En eso estoy.  Pero es justo decir que tomé malas decisiones, que insistí en ser pieza de un rompecabezas en el que no entraba y hoy soy lo mismo de ayer, con cicatrices que algún día se irán o no... quién sabe?  Después de todo, las heridas son el tatuaje absoluto que nos deja la libertad.  Si elegimos con el corazón, no puede haber estado mal.

A vos... gracias.  Siempre vas a estar en un rincón de mi corazón, por lo que no fue y por lo que fui.