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jueves, 1 de marzo de 2018

Autorreferencial

Después de tantos textos de autoayuda, de mensajes en internet, de palabras subliminales, decidí escribir sin destinatario más que aquel que quiera ponerse una remera que diga "este palo es para mi".

Tengo casi 30 años, pasé el 99% de mis días con una sonrisa en mi cara. No siempre tuve más motivos para reír que para llorar, pero desde chica, vi a mi mamá siempre con una sonrisa aún cuando yo sabía bien que ya no tenía ni fuerzas para hacerlo, y así entiendo que estar bien no es un regalo de la vida. Es una actitud.

Yo no se todo, no tengo todo claro, no hago ni hice jamás todo bien. Pero lo intenté.

Me inventé mil reglas, todas muy firmes, aunque estos últimos meses traicioné algunas... Ya no se si se justifica que haya sido por amor.

Pero de algo estoy segura, estoy bien. Muy bien.

No estoy atada a nadie. Primero porque el amor no ata, el amor libera, segundo, porque uno se llega a conocer perfectamente, con estrellas y miserias, sólo en soledad.

Viajé sola y descubrí que mucha gente camina con otra de la mano y sigue igual de sola.

Aprendí a leer miradas, a escuchar el ahogo de gargantas desesperadas que gritan de pena sin decir nada... Y una y mil veces más me sentí feliz.

Feliz de estar tranquila conmigo misma. Porque alguna vez estuve con alguien que jamás supo cuales eran mis sueños. Y no busqué que nadie me sacara de allí... Sólo necesitaba encontrarme a mi misma. Darme cuenta de que sin felicidad, no vale la pena nada.

No se todo... es más, no se casi nada pero
hoy se que no existe peor miseria que creer que la lástima es un acto de bondad. No hay nada más triste que conformarnos con las migajas de la vida. No hay veneno que sea más letal que el de apagar los sueños antes de atrevernos a soñar.


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